La Astrología o la ciencia de los presagios, el destino y el libre albedrío
Para los habitantes de la antigua Babilonia, la astrología era una verdadera religión que identificaba los astros con los dioses.
Así es como veían en el Cielo, el Sol y la Luna, el cuerpo de la diosa-madre Tiamat.
¿Cómo hemos pasado de los simples presagios al complejo y elaboradísimo sistema zodiacal, hasta llegar por fin a las nociones de destino y de libre albedrío?
Los hombres, durante la prehistoria y la Antigüedad, con la mirada dirigida hacia el cielo, además de ver allí señales de los dioses, reconocieron figuras, dibujos, representaciones que, a lo largo de los siglos, se han convertido en lo que hoy llamamos las constelaciones.
Gracias al hallazgo de pruebas grabadas en escritura cuneiforme sobre tablas de arcilla que datan de finales del III milenio antes de nuestra era, hoy día somos capaces de fijar el nacimiento de la astrología.
En efecto, una de esas tablas encontradas en Mesopotamia hace alusión a un eclipse lunar que habría anunciado la muerte del rey acadio Naram-Sin, en el año 2259 a.C.
Si tal dato astrológico se cita claramente en esta época probablemente se deba a que la astrología ya existía hacía algún tiempo y era utilizada como referencia. Podemos, pues, suponer que nació hacia el año 2500 a.C., es decir, hace 4.500 años aproximadamente.
Sin embargo, parece que el sistema del zodíaco y de los signos astrológicos apareció más tarde. Encontramos sus huellas escritas hacia el año 1700 a.C., y el zodíaco perfectamente constituido tal como lo conocemos actualmente hace su aparición en 1010 a.C., mientras que un siglo antes, en el año 1120 a.C., se escribió en Babilonia el Poema de la Creación o Enuma Elish, en el cual toda la cosmogonía ya se basaba en la astrología.
Actualmente, nos cuesta imaginar que en tiempos pasados, pero también en tiempos no tan lejanos, fiel a su antigua tradición, el hombre de ciencia y de saber estaba en condiciones de ejercer varias disciplinas: astrónomo, astrólogo, médico, matemático, mago, poeta, artesano, etc. Al hacerlo, tenía una visión más sintética de los elementos que constituían la vida y la naturaleza, de su interacción, de las relaciones constantes, visibles e invisibles, evidentes y sutiles, que mantienen permanentemente entre ellos. Es una visión que hemos perdido, en favor de una especialización tal vez más afinada y eficaz, al menos más adaptada a nuestro mundo y a nuestro modo de vida actuales donde, casi siempre, solucionamos lo más urgente y vivimos con emergencia. Sin embargo, al especializarnos, nos aislamos y dividimos unos principios que solamente tienen sentido si están juntos. Y, además, siempre con una finalidad de ser más eficaces, sin duda alguna, pero también haciendo intervenir importantes intereses económicos y financieros que, a la fuerza, han acabado por convertir en secundaria cualquier otra consideración. Hemos perdido, más que una ética, un sentido innato de la vida, un instinto de naturaleza.
Si el hombre, sin duda, se ha preocupado por su alma desde el momento en que solucionó el problema de la comida, pues sus necesidades vitales ya no le atenazaban y se sentía aliviado y seguro, no por eso es menos paradójico que sea casi siempre en la adversidad, el miedo, el sufrimiento y las dificultades cuando toma conciencia de su alma y de lo que debe o debería ser lo esencial de su vida. Es como si demasiada seguridad o comodidad material y moral inhibieran su conciencia, prohibiéndole cualquier perspectiva de evolución.
Esta observación nos conduce a preguntarnos naturalmente cómo y por qué nuestros antepasados fundaron la astrología y qué uso real hicieron de ella; puesto que, al preguntárnoslo, remontaremos hacia los orígenes, hacia los fundamentos verdaderos sobre los que aquélla reposa.
LA ASTROLOGÍA, UNA CIENCIA DE PRESAGIOS
Posiblemente todo empezó con los presagios. ¿Qué es un presagio? Es un fenómeno natural cuya aparición o manifestación coincide con la de un acontecimiento, una circunstancia particular relativa a la vida humana, que anticipa o anuncia algo. Por eso, estas señales de reconocimiento que fueron los primeros presagios, sin duda, son el origen de todos los lenguajes. Daban a los hombres la ocasión de poderse comunicar con la naturaleza y con su entorno y, por la misma razón, entrar en contacto con los dioses.
En efecto, para el hombre del pasado, estos fenómenos que se reproducían de forma regular y parecían siempre anunciar lo mismo, tenían que ser producidos por una inteligencia. Y aunque nuestro antepasado no lo razonaba todavía desde el plano de la inteligencia, ya presentía que había ciertos parecidos entre tales fenómenos y otros producidos por él mismo. Sin embargo, como las manifestaciones de dichos fenómenos naturales eran físicamente mucho más impresionantes que los que él era capaz de generar, y que, por otro lado, tales fenómenos afectaban a los elementos (el agua, el fuego, el aire, la tierra, pero también el Sol, la Luna, los animales, etc.), llegó a la conclusión de que era en ese momento cuando se asociaban a una inteligencia o a una fuerza superiores a la suya. Todo lleva a suponer que, a través de los presagios, el hombre reconoció la existencia de dioses que utilizaban este lenguaje para dirigirse a él o simplemente para expresarse. Entonces se dijo que, si quería sacar provecho o prevenirse, le interesaba comprender y hablar este lenguaje.
Así, durante milenios, los hombres han acumulado presagios, que, ricos en enseñanzas y muy útiles para su vida práctica o, simplemente, para su supervivencia, se transmitían por medio oral, de generación en generación. Los presagios se convirtieron no solamente en un lenguaje sagrado, mágico, sino también en una ciencia completa. De esta ciencia han nacido todas las mancias y todas las artes adivinatorias. En cuanto al zodíaco, que apareció mucho más tarde, se creó para organizar los presagios.
EL DESTINO Y EL LIBRE ALBEDRÍO
En los siglos XIII, XII y XI a.C., en Babilonia la astrología fue objeto de un verdadero culto religioso, los astros entonces se consideraban dioses. Ellos eran quienes gobernaban el destino humano. Ningún individuo podía escapar a sus designios. Por eso, lo que estaba escrito no podía dejar de ocurrir. Pero, en vez de resignarse ante la fatalidad como tendemos a hacer hoy, los sacerdotes astrólogos de Babilonia preveían el futuro para anticipar mejor las cosas y, a poder ser, evitar sus consecuencias nefastas, desastrosas o dramáticas. Además, según ellos, los hombres siempre estaban más o menos implicados, incluso eran responsables, en las irrupciones del destino determinadas por los astros-dioses. Al saber leerlos, interpretarlos, preverlos y anticiparlos, se daban todas las oportunidades no sólo de poder sacar provecho y enseñanzas de sus propios errores y debilidades, sino también de poder ejercer su libre albedrío. Sin plantearnos que la astrología pueda convertirse en objeto de un culto religioso, creemos que sería bueno para todos nosotros recuperar la noción de destino y de libre albedrío de nuestros antepasados.
El rey Naram-Sin con su ejército, III milenio antes de Cristo.
El nacimiento de la astrología puede remontarse por lo menos a esta época.
Fuente:
NAVARRO CAPELLA, Francesc (1998): Colección Aprender y Conocer la Astrología, Madrid, Salvat.
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