Virgo y el mito de Astrea

El mito de Astrea
Astrea, la diosa de la Justicia, hija de la Prudencia y del Pudor, gobernaba a los hombres en la Edad de Oro. Su tarea era fácil puesto que los que acudían a ella deseaban realmente la paz y estaban seguros de que sus sentencias no generaban ningún rencor. Durante la Edad de Oro los dioses bajaban a los poblados porque les gustaba el trato con los hombres. En efecto, disfrutaban de su pureza y de su dulce alegría.
Fue la desconfianza la que terminó con la Edad de Oro y trajo la Edad de Plata. Zeus había acabado con el reinado de Cronos por medio de la violencia. Ya no todo era ni bello ni nuevo ya que había un antes y un después marcado por la guerra. Los humanos, aunque ni la doblez ni la falsedad habían alcanzado sus espíritus, no confiaban enteramente en el futuro. La misma Astrea trasladó su residencia a las montañas para sentirse segura en su soledad, de manera que los que precisaban su consejo tenían que hacer el esfuerzo de alejarse del poblado para ir a buscarla.
A la Edad de Plata le siguió la Edad de Bronce. En la Edad de Bronce los humanos, de un modo u otro, siempre estaban en guerra o preparándose para ella. Esta Edad, no obstante, vio una generación de hombres magníficos como Hércules, Perseo o Aquiles, los cuales, aun en sus acciones más violentas, dejaban un sello de grandeza. Fueron, en efecto, tiempos de grandiosas hazañas en las que los héroes se guiaban por el honor y la gloria. Pero la violencia más rastrera avasalló la justicia. Astrea tuvo que abandonar la Tierra y se instaló en el cielo en la constelación de la Virgen.
Los humanos de la generación actual, la de la Edad de Hierro, nacen con la sensación de haber sido desterrados de un mundo bello y perfecto. Recelan con razón de sus congéneres. Dudan también de los dioses. La mayoría de las veces piensan que no están donde debieran. De natural descontentos, sólo son felices cuando se sienten con fuerzas para cumplir sus sueños. Los humanos de ahora están abrumados por el desastre de mundo en que les ha tocado vivir. Cuando la codicia y la vanidad no los ciegan, miran hacia lo alto y suplican a Astrea que baje del cielo y que traiga de nuevo la inocencia a la Tierra.
Astrea
Astrea, ‘la estrellada’, o también  ‘relámpago’; era la diosa virgen que llevaba los rayos de Zeus en sus brazos.
Astrea era hija de Zeus y Temis (Diosa de la Justicia Divina), siendo pues una titánide y personificando junto a su madre a la justicia, pero ella para los seres humanos. Según otras fuentes, era hija de Astreo y Eos, o hija de la Prudencia y del Pudor. Con frecuencia es confundida con Dice, también hija de Zeus y Temis, quien la reemplazó como diosa de la justicia.
Fue también la última inmortal que vivió entre los humanos durante la Edad dorada de Cronos, abandonando la Tierra en último lugar cuando ésta se envileció en la Edad del bronce. Zeus la subió al cielo, situándola entre las estrellas como la constelación Virgo, y la balanza de la justicia que llevaba en las manos se convirtió en la cercana constelación Libra.
Durante la Guerra de los Titanes Astrea fue una aliada de Zeus. Como Niké (la Victoria alada), se convirtió en una de sus ayudantes: la portadora de sus rayos. La recompensa por su lealtad puede haber sido el permiso para conservar su virginidad (es la única virgen entre todas las Titánides) y un lugar entre las estrellas como la constelación Virgo (pues aunque había nacido como una diosa de las estrellas, presumiblemente al principio no era más que una simple estrella, como sus hermanos).
Se representa a Astrea como una diosa alada con una aureola brillante, que porta una antorcha (todos estos son atributos de una diosa de las estrellas) y los rayos de Zeus.
El signo de Virgo
Podría decirse que la característica principal de las personas nacidas bajo el signo de Virgo es la mentalidad práctica o el cerebro aplicado a asuntos puramente concretos. De naturaleza refinada, reacciones flexibles, conducta selectiva, con algunas dificultades de adaptación y de integración al medio ambiente. A veces, la base de su personalidad se encuentra en el rechazo del instinto, reflexionan antes de actuar intentando encontrar hasta lo que no existe. Prácticas y   realistas, buscan la seguridad, la quietud y, a través de mecanismos de protección, viven en defensa contra el instinto.
Regidos por Mercurio, poseen tendencias a analizar, controlar, a retener, a disciplinarse, a dominarse; se apegan a las reglas y consignas; tienen manía por el detalle, por la creación laboriosa y escrupulosa; buscan la economía, la acumulación y la conservación, pero con parsimonia. Son muy críticas, sobre todo con ellas mismas. Industriosas y persistentes, precisas en los detalles, corrigen con facilidad todo error o defecto de su propio carácter. Se adaptan con facilidad a casi cualquier ambiente, aunque podrían definirse como solitarias. Pueden superar en ingenio a los demás en provecho propio, con plena conciencia de lo que hacen y se vuelven intransigentes con los defectos ajenos.
Respecto a la salud, tienen enormes poderes para restablecerse. Raras veces enferman y cuando lo hacen, en parte o en todo, es debido a sus propios hábitos de vida. Al ser físicamente muy sensibles, deben evitar todo tipo de drogas, pues las absorben fácilmente en su sistema. Por esta sensibilidad, captan los cambios atmosféricos casi en el momento en que se inician y sus cuerpos actúan como barómetros. El mejor medicamento es quedarse a solas con la Naturaleza y rodearse de condiciones armoniosas en su ambiente.
La cualidad interior o destino de este signo es el EQUILIBRIO, y ante el interrogante de expresar su esencia Virgo, Vigilante dice: YO ANALIZO.
Bibliografía:
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GEOFFREY, Cornelius (2005): Manual del cielo y sus mitos: Guía práctica para observar 88 constelaciones, sus mitos y sus simbolismos, Barcelona, Blume.
GRAVES, Robert (2001): Los mitos griegos, 2 volúmenes, Madrid, Alianza.
GOODMAN, Linda (1984): Los signos del Zodiaco y su carácter, Barcelona, Urano.
PASCUAL FERNÁNDEZ, Arturo Marcelo y GÓMEZ CORDERO, Teodoro (2008): Dioses y mitos de todos los tiempos, Barcelona, Océano-Ámbar.
TRUJILLO, Luis (2004): Los signos del Zodiaco, México, LIBSA/Diana.
Ilustraciones - Arte digital: The Zodiac, Kagaya Yutaka, 1996.

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