El Zodiaco


El Zodíaco –cuyo significado literal es "Cinturón de animales"– simboliza genéricamente la astrología en su conjunto, pero en la práctica es solamente el entramado sobre el que se actúa. Es un imaginario cinturón celeste que se extiende 17 grados a cada lado de la eclíptica y sobre el que se mueven en aparente movimiento geocéntrico los planetas. Esta franja estuvo dividida, desde tiempo de los caldeos, en doce zonas iguales de treinta grados cada una, contadas sobre la eclíptica solar, que representa los doce signos zodiacales (no hay que confundirla con las constelaciones que poseen los mismos nombres). Partiendo del grado 0 (0º) del signo de Aries (punto vernal, inicio de la primavera) los signos zodiacales están ubicados en la banda zodiacal en sentido contrario a las manecillas del reloj:
Aries (0°) del 21/3 al 20/4
Tauro (30°) del 21/4 al 20/5
Géminis (60°) del 21/5 al 21/6
Cáncer (90°) del 22/6 al 22/7
Leo (120°) del 23/7 al 22/8
Virgo (150°) del 23/8 al 22/9
Libra (180°) del 23/9 al 22/10
Escorpio (210°) del 23/10 al 21/11
Sagitario (240°) del 22/11 al 20/12
Capricornio (270°) del 21/12 al 19/1
Acuario (300°) del 20/1 al 18/2
Piscis (330°) del 19/2 al 20/3
Esto significa que, en sus movimientos aparentes a lo largo de la eclíptica, el Sol entra en el signo de Aries aproximadamente el 21 de marzo, el 21 de abril en el signo de Tauro, y así sucesivamente, hasta recorrer en un año el círculo zodiacal entero. Es necesario hacer una precisión importante, ya que las personas nacidas en el día situado entre dos signos zodiacales caen fácilmente en el error de determinar su propio signo. Cada mes el Sol entra en un signo, pero como no se mueve siempre a la misma velocidad, sino con un mínimo de 0º57'09" y un máximo de 1º0'51" de un mes a otro, el día que "ingresa" puede variar y, naturalmente, no será siempre a la misma hora. Por lo tanto, es indispensable para establecer exactamente el momento de este ingreso consultar las tablas de las posiciones de los planetas (las efemérides) e igualmente es importante –para establecer el signo exacto que le pertenece– tener en cuenta la hora de nacimiento.


La precesión de los equinoccios
Los doce signos del Zodíaco tienen los mismos nombres que las constelaciones, aunque no coincidan con éstas. De hecho las constelaciones ocupan un espacio que no coincide con los treinta grados establecidos para cada signo. Además, ya por el efecto sobre la Tierra de la fuerza de gravedad del Sol, de la Luna y de los demás planetas, o por la imperfecta redondez de la Tierra, el eje terrestre ha efectuado en el transcurso de milenios –y continúa haciéndolo– un desplazamiento cónico infinitesimal, similar al de una peonza o trompo a punto de pararse. Este desplazamiento es llamado «precesión de los equinoccios», porque traslada, respecto al plano de la eclíptica, los puntos equinocciales y en particular el punto vernal (inicio de la primavera). Por este motivo, la constelación de Aries debería encontrarse sobre el Sol desde el 21 de marzo al 20 de abril, y no es así. Esta es la razón por la cual las posiciones de los signos del Zodíaco no corresponden a las de las constelaciones. Esta circunstancia no afecta a la simbología astrológica, ligada al proceso natural de las estaciones en el hemisferio norte, donde nació la astrología helénica. Aries, por ejemplo, sigue el equinoccio de primavera y en los treinta días siguientes la naturaleza florece con las características violentas, imprevisibles y desbordantes que encontramos en los nacidos bajo este signo.
El retroceso del punto vernal es tal que cada 2160 años pasa de un sector zodiacal a otro, en sentido inverso al orden de los signos, y cada 30.000 años aproximadamente cumple el recorrido entero de la banda zodiacal, regresando al punto de partida. Esto ya era conocido en tiempos de Hiparco (siglo II a. C.) Por esta razón, a pesar de la imposibilidad de conocer con exactitud nuestro pasado más remoto, podemos deducir que, dado que el desplazamiento del eje terrestre se realiza en sentido inverso al de todas las rotaciones zodiacales, en la época de la civilización asirio-babilónica (4000 al 2000 a. C.) el punto vernal se encontraba en la constelación del Toro; en el 2000 a. C. en la constelación del Carnero (de esto hallamos confirmación en los ritos religiosos); al iniciarse la era cristiana estaba en la constelación de Piscis; ahora nos hallamos a las puertas de la era de Acuario.


División de los signos del Zodiaco
Los signos, en número de doce, al igual que las doce constelaciones del Zodiaco, están clasificados desde antiguo conforme a criterios un tanto convencionales, pero que contienen un significado bastante preciso, como una polaridad, como triplicidad o como cuadruplicidad.
Desde la astrología tradicional hasta ahora, los signos se han dividido en: positivos y negativos; cardinales, fijos y mutables; también en signos de Fuego, Tierra, Aire y Agua.
Si se utiliza para su clasificación el criterio de "polaridad", habrá signos positivos (dinámicos, activos) y signos negativos (indolentes, pasivos). Todos los signos de Fuego y Aire son positivos, los de Tierra y Agua son negativos. Comenzando por Aries son alternativamente positivos (+) y negativos (-): Aries (+), Tauro (-), Géminis (+), etc.
Si el criterio de división es por "cuadruplicidades" tendremos: signos cardinales (Aries, Cáncer, Libra y Capricornio), cuya cualidad es la dinámica y la acción. Fijos (Leo, Tauro, Acuario y Escorpión), cuya cualidad sería el voluntarismo y la prudencia. Variables o comunes (Sagitario, Virgo, Géminis y Piscis); su cualidad consistiría en la reflexión y adaptación.
Si en el criterio de clasificación utilizado se tienen en cuenta los elementos o "triplicidades" tendríamos: signos de Fuego (Aries, Leo, Sagitario), de naturaleza entusiasta y fogosa. Signos de Tierra (Capricornio, Tauro, Virgo), de naturaleza práctica, interesada y realista. Signos de Aire (Libra, Acuario, Géminis), de naturaleza reflexiva y juiciosa. Signos de Agua (Cáncer, Escorpión y Piscis), cuya naturaleza es imaginativa, emotiva y cargada de curiosidad.


El Zodiaco y sus Arquetipos
Alan Leo en su obra Cómo se hace un horóscopo, dice lo siguiente:
“El zodíaco que utilizamos es realmente el aura de la Tierra, es una esfera u ovoide, los polos que coinciden con los polos de la elíptica y su medio o plano ecuatorial es la Elíptica. Por alguna razón no explicada en la actualidad, esta esfera está polarizada hacia una dirección; es decir, se mantiene siempre en una posición en cualquier lugar de la Tierra en su órbita, en este aspecto siendo comparable al compás ordinario del marinero, la tarjeta circular de la cual siempre flota con su Polo Norte apuntando en una dirección. Esta esfera está dividida en doce partes como las secciones de una naranja, y son estas secciones que constituyen los “signos” del zodíaco. Sin embargo, estamos principalmente preocupados con su plano ecuatorial, ya que es este el cual medimos en los signos o grados, y los cuales determinan la posición zodiacal del planeta”.
Y agrega:
“Ahora, está claro que debido a esta esfera o aura se mantiene constantemente ‘flotando’ en una posición mientras la Tierra viaja alrededor del Sol, los rayos del Sol pasarán sucesivamente por cada uno de los signos. Si coloca una lámpara en el medio de la mesa, y camina alrededor de la mesa, siempre verá una esquina en particular de la habitación, los rayos de la luz brillarán sobre cada parte de la cabeza en su lugar, la nariz, la mejilla izquierda, detrás de la cabeza, la mejilla derecha, etc. Hay que mencionar que esta ‘aura’ no voltea en cada día con la rotación de la Tierra en su eje, sino que la Tierra gira alrededor dentro de ella, como la rueda en un giroscopio”.
Esta ‘aura’ representa la colectividad de todo el sistema solar con relación a la Tierra. La Tierra gira alrededor dentro de él, así como cualquier individuo se mueve dentro de su propio entorno, el cual representa para el individuo lo colectivo, esto es, la suma total de las relaciones que esta persona puede experimentar. El zodíaco es el entorno o arquetipo colectivo de la tierra y por lo tanto de la humanidad como un todo. El significado no psicológico del término arquetipo es “cualquier modelo o prototipo”. El psiquiatra C. G. Jung define arquetipo en muchas formas diferentes, como por ejemplo: “...un patrón instintivo de conducta contenido en el inconsciente colectivo”. Es “trascendente”. Los arquetipos no son solamente parte de un inconsciente personal del individuo, sino algo más grande. Trasciende al individuo y tiene una forma independiente de existencia en el nivel colectivo.
Jung decía que un arquetipo es “en su forma como un cristal”, y que es “como una envoltura vacía” teniendo dentro de sí “formas de conducta iguales en todas partes y en todos los individuos”. Dice que dentro de este patrón un individuo consciente puede dar forma al arquetipo, puede escoger participar en su energía positiva en lugar que en la negativa. Cada horóscopo tiene muchos arquetipos. La mayoría de las personas está familiarizada con el signo del Sol, pero la Luna y el signo en Ascendente puede que no se encuentren en la misma envoltura. Una persona puede tener un signo solar de fuego, una Luna en tierra y un Ascendente en agua. O un signo solar que se aferra al pasado, una Luna que implora por innovaciones y quiere apresurarse al futuro y un signo ascendente incisivo que media entre la energía del Sol y la Luna. El horóscopo es la herramienta más personal que tenemos para el crecimiento individual. Parece importante comprender las energías arquetípicas e integrarlas si pensamos seriamente en el proceso de inviduación que discute Jung, o si en nuestra investigación solamente queremos ser felices hasta que alcanzamos nuestra meta.
Si exploramos los arquetipos y observamos sus patrones de conducta instintiva, llegaremos a entender a nosotros mismos y a los demás. Por una cosa, aumentará nuestra tolerancia. Si al leer los mitos ilustrando la variedad de arquetipos nos gusta lo que vemos, si los patrones de acción y reacción nos hacen felices, ¡excelente! Pero si nos identificamos con el héroe o heroína cuyo viaje es arduo y doloroso o cuya salida no es como nos gustaría que fuera, si quizá escuchamos un eco de las quejas de nuestra pareja o compañeros de trabajo o nuestro jefe que han hecho a lo largo de los años, entonces puede ser que nos gustaría limpiar el cristal que contiene el arquetipo.
El Mito es el segundo término a ser definido. Al tomar una forma, la idea o arquetipo pasa a una historia de un proceso de desarrollo. El rey Leo tiene que reclamar su trono, el héroe Aries sale a pelear sus batallas al mundo exterior. El héroe Escorpión desciende a su interior (el mundo interno) para pelear con sus demonios y rescatar su Perséfone. Tauro encuentra sus obstáculos para crear un mundo seguro y cómodo o tiene que dejar ir su mundo una vez que lo ha creado sólidamente. Hay muchas definiciones de Mito. Mirecea Eliade dice que “un mito es una historia sagrada que explica cómo el mundo llegó a ser como es (para una cultura en particular) y porque somos como somos. El mito es la verdad; nos concierne directamente”. Con frecuencia lo recreamos en un ritual para restablecernos, incluso si es solamente para tranquilizar la memoria o repetir nuestros votos nupciales en los aniversarios.
Hay muchas definiciones de mito que lo distingue de fragmentos de leyenda o cuentos de hadas, pero uno de los preferidos es: el mito no es algo que ocurrió una vez hace tiempo, mucho tiempo a otros; el mito es algo que ocurre una y otra vez, cada día, aquí y ahora a nosotros. El énfasis de Eliade en lo sagrado de su definición de mito es importante ya que cada uno de los signos tiene un símbolo, un animal, un dios, un libro (escritura), que fue adorado en alguna parte de la Tierra en alguna época. Y en ello hay un elemento bastante real de lo sagrado.

Bibliografía: 
Eliade, Mircea. (1991): Mito y Realidad, Barcelona, Labor.
Leo, Alan. (1981): Cómo se hace un horóscopo, Madrid, Visión Libros.
Paltrinieri, Mario; et. al. (1989): El libro de la astrología práctica, Madrid, Pirámide.
Rudhyar, Dane. (1970): The Astrology of Personality: A Reformulation of Astrological Concepts and Ideals, in Terms of Contemporary Psychology and Philosophy, New York, Doubleday & Co.

Comentarios