Dignidades y debilidades planetarias: el origen de las astrodinas

- Las dignidades planetarias en astrología tradicional.

La astrología tradicional concibe varias reflexiones, según las cuales los planetas cobran ‘fuerza, dominancia o dignidad’. Estos discernimientos incluyen conceptos muy diferentes, como la posición por signo, por casa, por fase o decanato con respecto al Sol, o por los aspectos que reciben los planetas.
Entre más favorables sean la interacción entre planetas en una carta astral, se expresarán mejor las cualidades de éstos.
Existe una gran variedad de teorías para justipreciar las condiciones o estados de cada planeta.
Desde la astrología tardo-medieval a la época moderna existe una directriz en la cual se toman en cuenta estos discernimientos, considerando a un planeta como más fuerte cuanto más condiciones favorables reúna, sea cual sea el tipo de fortaleza o dignidad subyacente.
Claudius Ptolemaeus (c. 100 - 170) y otros astrólogos helénicos no utilizan el vocablo «dignidad», se referían a «familiaridad» de un planeta con diferentes sectores del zodiaco, al referirse a los domicilios, triplicidades, términos y exaltaciones. Es decir, se establece una relación de «parentesco» o de pertenencia entre un planeta y estos sectores.
En la astrología clásica cada sector del zodiaco se consideraba una especie de unidad o de espacio, que en cierto modo aglutinaba los diferentes factores ubicados en su interior.
Abraham Ibn Ezra (c. 1092-1167) enumera dieciséis condiciones en las que “se refuerza” un planeta, que incluyen los aspectos y el sitio por planetas benéficos, el contacto con Sol y la Luna, la velocidad, el incremento de luz, la dignidad zodiacal, la recepción, etc.
Pone especial énfasis en la dignidad zodiacal, así como en la fase o decanato solar, diferenciando y complementando sus condiciones.
William Lilly (c. 1468-1522) distingue entre dignidades o debilidades esenciales por un lado (la posición en domicilio, exaltación, término, triplicidad o faz) y las fortalezas o debilidades accidentales, que incluyen muchas de las condiciones mencionadas por Ibn Ezra, así como la posición por casa.
Esta diferenciación entre dignidades esenciales y accidentales también la encontramos en Jean-Baptiste Morin de Villefranche, entendiendo por dignidad accidental en primer lugar la ubicación en casas cardinales.

- Fuerzas y dignidades en la astrología tradicional.

Calidad:
La posición de los planetas en los signos es indicadora de la calidad con la que se expresa el planeta. Es decir, en la medida en que el planeta ocupa signos o grados zodiacales en los que posee dignidad, las significaciones del planeta se expresarán con más naturalidad y de manera más genuina.
Lo que se fortalece aquí es la naturaleza y virtud intrínseca del planeta, otorgando seguridad, autoestima y confianza a las cosas que determina.
Cantidad:
La dominancia de un planeta podemos medirla según su posición en las casas y en los ángulos. Un planeta en casas cardinales y/o cerca de los ángulos será más dominante. Un planeta caído de los ángulos, o en casas que no guardan relación de aspecto con la primera casa, será poco dominante.
Este criterio indica la preponderancia de un planeta y sus significados en la vida del nativo, independientemente de su "bondad" derivada de su posición zodiacal, o de otras condiciones. Un planeta puede ser por ejemplo muy dominante, pero al mismo tiempo problemático a causa de una ubicación zodiacal difícil.
Apoyo o impedimento:
La relación con otros planetas hace referencia a las ayudas o a los obstáculos con los que se encuentra la expresión del planeta.
La capacidad de un astro o planeta para desarrollar su función y cumplir con lo que promete se verá impedida por aspectos de planetas maléficos, o bien apoyada por los aspectos de benéficos.
Fuerzas y dignidades en la astrología clásica
Dinámica:
La relación del planeta con respecto al Sol, que se traduce en visibilidad, luminosidad, velocidad y dirección de su movimiento, describe el dinamismo y la franqueza con que se expresa cada planeta que se analice.
Las dignidades zodiacales:
Se suelen tener en cuenta cinco dignidades zodiacales clásicas, y especialmente en el sentido y función originales de tales dignidades, tal y como se derivan de los textos astrológicos del período más clásico.
Estas cinco dignidades son el domicilio, la triplicidad, el término, el decanato o faz, y la exaltación.
Al trabajar con las cinco dignidades, se suele dos tener en cuenta dos aplicaciones de estas dignidades zodiacales:
a) Valorar o “medir” la fuerza intrínseca o esencial del planeta en cuestión, es decir, prestar atención a la calidad de un planeta.
b) Determinar el planeta o los planetas que asumen cierto gobierno o poder sobre un factor particular de la carta, a través del signo y del grado en el que se encuentra este factor.
Un Ascendente en 5 grados de Géminis en una carta nocturna se hallará en el domicilio, término y triplicidad de Mercurio, y en la faz de Júpiter. Estos planetas -especialmente el regente del domicilio - se considerarán dispositores o regentes del Ascendente.
El planeta que más dignidades posee -en el ejemplo Mercurio- suele denominarse Almuten (el vencedor) del factor analizado. Este concepto de Almuten se aplica sobre todo al planeta que “vence” por regencia en un grupo de factores que cooperan en una significación común (el Almuten común de Luna y Mercurio para describir el espíritu y la mentalidad del nativo).
En la aplicación de dignidades suele utilizarse una puntuación, según la importancia otorgada a cada dignidad.
La puntuación más sencilla y extendida da:
• 5 dignidades o fuerzas al domicilio,
• 4 a la exaltación,
• 3 al término,
• 2 a la triplicidad, y
• 1 al decanato.
Los astrólogos medievales como Ali ben Ragel, Al Biruni, Ben Ezra, otorgan 2 fuerzas al término y 3 a la triplicidad.
Al Biruni además explicaba que entre los babilonios y los persas el decanato tenía más peso que el término y la triplicidad.
La astrología védica suele dar preferencia a la exaltación sobre el domicilio, práctica que entre los astrólogos árabes solo se reservaba para asuntos relacionados con reinados y gobiernos.
De entre los planetas que rigen un factor dado, se da preferencia a aquel con el que hace aspecto o se halla en conjunción, siendo suficiente para ello la configuración por signo.
Se dice de tal planeta que recibe al otro (en su domicilio, exaltación, etc.), y esta recepción será perfecta si el aspecto es práctico y aplicativo, o directamente partil.
El uso de las dignidades en la astrología helenística no hay textos ni ningún indicio de que se dieran diferentes valores a las dignidades. Sino que cada una de las cinco dignidades zodiacales poseía una función específica, que no siempre compartía con las demás.
Estado cósmico o celeste:
El estado cósmico es la posición en que se encuentra un planeta de acuerdo con:
1) posición por signo,
2) relaciones con su dispositor,
3) los aspectos que recibe.
El estado cósmico depende de la ubicación del planeta en el zodiaco y determina su calidad.
Estado mundano o terreno:
El estado terreno o determinación local de un astro o planeta, depende de su ubicación mundana, o sea, en el círculo de casas, tanto por posición como por regencia.
Los aspectos también participan en la determinación local y junto con las casas, son los elementos realizadores de la potencialidad planetaria en su determinación cósmica.
La regencia por domicilio.
El término griego oikodespotes se traduce como gobernador o señor de la casa.
Actualmente el concepto de “domicilio”, que es un sinónimo de “casa”, se utiliza para diferenciarlo de las casas astrológicas. Ello se hizo necesario a partir de que se emplean sistemas de casas desiguales. Pues, en el sistema de casas original -denominado sistema de signos enteros- son los signos mismos los que definían las casas, según su posición a partir del Ascendente.
Desde el punto de vista geocéntrico, el Sol y la Luna no solo tienen el mismo tamaño, sino que además giran con respecto a la Tierra en un mismo periodo de tiempo: el ciclo sinódico de esta aparente rotación es de 27.3 días.
Los domicilios planetarios se ordenan según estos ritmos, siendo la base el periodo de 27.3 días común al Sol y a la Luna, que por ello se reparten una pareja de domicilios. Los antiguos parecen haber "sabido", aunque fuera por ciencia infusa, de la rotación solar y su similitud con la revolución de la Luna.
La astrología helenística nunca habla de otros planetas regentes de una casa (como se ha hecho más tarde, analizando las diferentes dignidades en las cúspides de casas desiguales).
En el sistema de casas original los signos se identificaban con las diferentes casas del tema natal.
La función más importante del planeta regente del domicilio es el asumir la responsabilidad sobre los asuntos de la casa que rige.
En su función de gobernante, es el planeta que decide los designios de esta casa.
Respecto al Ascendente y a la Parte de la Fortuna (considerada en la astrología helenística como un segundo ascendente), Vettius Valens (120 – c. 175), hablaba del regente como del planeta al que ha sido adjudicado o al que le ha tocado en suerte el Ascendente o la Fortuna. Esta idea se extiende también a otros factores, incluidos los planetas que se encuentran en tal signo. De modo que, todo lo que entra en un determinado signo depende o está a merced de su regente.
El exilio o destierro de los planetas.
Se entiende como exilio o detrimento de un planeta al signo opuesto a su domicilio. Este concepto no era aplicado en la tradición helenística, sino que empezó a utilizarse en la astrología árabe, donde la palabra al-wabal se traduce como debilidad o detrimento, y no como exilio.
En la astrología helenística un planeta en el signo opuesto a su domicilio se consideraba peregrino (a no ser que estuviera en su término o faz).
Esta posición no significaba una debilidad especial, más allá del hecho de estar el planeta fuera de sus dignidades (lo cual siempre implica cierta debilidad). El mismo método se aplica en la astrología védica.
La exaltación de los planetas.
Las exaltaciones se definen como determinados grados de la eclíptica en que un planeta alcanza una fuerza especial, el planeta se exalta “alrededor de” estos grados. Los grados de exaltación (hypsoma) se corresponden con grados de depresión de los planetas (tapeinoma), situados justo en el punto opuesto de la eclíptica. Esta es, pues, la única dignidad que conoce un contrario, un lugar en que el planeta se debilita especialmente.
Se le atribuye a la astrología medieval árabe la difusión y concepto a los domicilios, introduciendo así el de exilio o detrimento, que no aparece en la astrología antigua. La depresión o caída de un planeta es de igual importancia que la exaltación. Existen dos versiones de las exaltaciones, una helenística y otra védica. Los signos de exaltación son los mismos, pero en el caso del Sol, Júpiter y Saturno varía el grado específico de exaltación dentro del signo. Las exaltaciones son de origen caldeo, Julius Firmicus Maternus (siglo IV) afirmaba que los caldeos consideraban a los signos en que se exaltan los planetas como sus domicilios, y deduce que “un planeta en su exaltación está mejor situado que en el signo en que está domiciliado”.
La astrología védica también considera a la exaltación como algo más potente que el domicilio.
El origen de la exaltación de los planetas (hypsomata = lugar oculto) es incierto, pero algunos de estos grados de exaltación sugieren una relación con ciertas estrellas fijas. La astrología caldea tenía una teoría según la cual ciertas estrellas del cielo eran representantes de los planetas.
Cyril Fagan propone el origen de las exaltaciones en el año 786 a.C., cuando en el curso del año los fenómenos helíacos de los planetas se sucedían muy cerca de los grados de exaltación (helénicos). Pero no queda claro porqué eligiera ese año en particular.
Las exaltaciones son grados específicos del zodiaco; sin embargo, en la astrología helenística se practicaba la extensión al signo completo, ya que como todo lo contenido en un signo se afecta mutuamente, al entrar el planeta en el signo que contiene su grado de exaltación, comienza a estar en conjunción con el mismo.
Los planetas exaltados en un signo no solían concebirse como dispositores o regentes de ese signo en la astrología helenística, al contrario de lo que se practicaba en la astrología medieval árabe.
La función original de las exaltaciones y depresiones planetarias es únicamente la de fortalecer o debilitar al planeta de una manera especial.
Los planetas en exaltación parecen a veces exagerar sus efectos, tanto para bien como para mal, dependiendo de hacia donde estén determinados.
La exaltación se entiende como el lugar en el que el planeta, aunque no esté en su propio domicilio o en otro sector en que tenga regencia, es colmado de honores, como si fuera un huésped especialmente venerado en esa casa.
Vettius Valens explica que si un planeta se encuentra, respecto a su exaltación, en el mismo sector que el Hyleg, congeniará con él y resultará favorable, y lo contrario si se encuentra en un sector opuesto.
Erasistratos (c. 304 – 250 a. C.) refiere una aplicación de la posición del planeta relativa al eje de exaltación y caída a la duración del tiempo: “si el planeta significador […] se hallase en su propia exaltación, significa un tiempo largo, si se hallase en su depresión, un tiempo corto en concordancia con la distancia a las exaltaciones y depresiones”.
Vía Combusta:
El concepto de vía combusta, de la astrología medieval árabe y europea, es un ángulo que abarca los últimos diez a quince grados de Libra y la primera mitad de Escorpio, y donde la Luna se halla especialmente afligida.
Antonio de Nájera (siglo XVII) concretamente situaba la vía combusta entre 19° de Libra y 20° de Escorpio. El punto medio se encuentra a 4.5° de Escorpio, próximo al grado de caída de la Luna. Es decir, cuando la Luna transita dentro de los 15° de distancia a su grado de caída, está muy debilitada, independientemente del signo. 

- Los regentes de las triplicidades en astrología tradicional.

Para entender las regencias de triplicidad es necesario conocer antes otro concepto fundamental de la astrología antigua: las sectas.
Existen dos sectas, el día –secta del Sol– o diurna; y la noche –secta de la Luna– o nocturna.
Cada planeta pertenece a una de estas dos sectas, hablándose entonces de planetas diurnos o nocturnos.
Las dos luminarias encabezan estas sectas. Doroteo de Sidón –seguido prácticamente por todos los autores medievales– da el siguiente esquema:


El origen de los regentes de las triplicidades.
La regencia de la triplicidad es un concepto de “bandos”, lo que los antiguos llamaban “secta” del latín sequor (seguir).
La secta de la Luna (Luna, Venus, Marte), es decir, la parte izquierda del rádix, y a la derecha, la secta del Sol (Sol, Júpiter, Saturno.
Los dos luminares son el Sol (el diurno) y la Luna (el nocturno).
Los planetas que tienen su primer domicilio en su bando pertenecen a él. Por eso son planetas diurnos el Sol (Leo), Júpiter (Sagitario) y Saturno (Capricornio).  Y los nocturnos son la Luna (Cáncer), Venus (Tauro) y Marte (Aries).
Esta regla se estructura de la siguiente manera:
El primer astro representa al luminar básico y la cualidad que le pertenece (calor o humedad): Sol o Luna.
El segundo astro es el planeta benéfico con esa cualidad (Júpiter y Venus).
El tercer astro es el planeta maléfico que niega esa cualidad (Saturno y Marte).  Saturno niega el calor solar y Marte la humedad lunar.
Cáncer y Tauro son signos femeninos y sus regentes (Luna y Venus) son planetas femeninos.
Aries es un signo masculino y su regente (Marte) es un planeta nocturno.
Leo y Sagitario son signos masculinos, pero Capricornio es un signo femenino.
El maléfico de cada secta o bando lo es en todos los ámbitos de esta regla: no sólo niega la cualidad elemental de su secta (Marte de la secta de la Luna niega la humedad, y Saturno, de la del Sol, niega el calor).
Marte rige un signo masculino en una secta femenina, y Saturno rige un signo femenino en una secta masculina.

La distribución de los regentes de las triplicidades.
Las triplicidades diurnas de Fuego y Aire son las de los planetas diurnos Sol, Júpiter y Saturno; y cuyo luminar condicional, por ser diurnas, es el Sol.
En las triplicidades diurnas de Fuego y Aire es más importante el primer regente de la triplicidad, pues el que se toma para los temas diurnos consonantes con ellas. 
En las triplicidades nocturnas de Tierra y Agua es más importante el segundo regente de la triplicidad, pues es el que se utiliza para los temas nocturnos más afines a ellas.
En los temas diurnos el luminar condicional es el Sol, y en los nocturnos es la Luna.

Triplicidad de Fuego: Sol, Júpiter, Saturno.
Como es una triplicidad diurna, el punto de partida es el regente diurno, que será el Sol (luminar diurno), y los signos de Fuego.
El regente nocturno es Júpiter, por ser el regente del signo de Fuego que está en ese bando.
El tercer regente es, Saturno, planeta diurno cuya única correlación es el hecho de ser diurno: ya que no rige un signo de Fuego, ni masculino.
Triplicidad de Aire: Saturno, Mercurio, Júpiter.
La distribución de los regentes de la triplicidad de Aire se efectúa empleando el concepto de “espejo de la triplicidad de Fuego”: Saturno (en Acuario opuesto al Sol en Leo) es regente diurno, y Mercurio (en Géminis, opuesto a Júpiter en Sagitario) es el regente nocturno; el tercer regente es Júpiter (en Cáncer, opuesto a Saturno en Capricornio).
Saturno será el primer regente de esta triplicidad diurna.
El segundo regente de la triplicidad es Mercurio.
El tercer regente de la triplicidad es Júpiter (se exalta en Cáncer).
Triplicidad de Tierra: Venus, Luna y Marte.
El regente en los temas diurnos (primer regente) es Venus, que rige a Tauro, el único signo de Tierra de esta secta. El regente nocturno (segundo regente) es el luminar condicional, la Luna, que se exalta en Tauro. El tercer regente es Marte, que tiene su exaltación en Capricornio, signo de Tierra.
Los dos primeros regentes de la triplicidad de Tierra siguen un sentido: la Luna es el regente en los temas nocturnos y además es el luminar condicional. Venus rige en los temas diurnos y es regente de un signo de Tierra, Tauro. Marte, es planeta nocturno, rige a Escorpio tradicionalmente, que es signo femenino, y se exalta en un signo de Tierra, Capricornio, y también signo femenino.
Triplicidad de Agua: Venus, Marte y Luna.
Si la triplicidad de Agua es el supuesto reflejo de la de Tierra, y el orden de los regentes de aquella triplicidad era: Venus (Tauro) / Mercurio (exaltación en Virgo). El reflejo sería la exaltación de Venus en Piscis (signo de Agua), y no Marte en Escorpio. Luna (exaltación en Tauro) / Aquí sí sería Marte en Escorpio. Marte (Capricornio) / Luna en Cáncer.
El efecto espejo aplicado a esta triplicidad de acuerdo con lo anterior sería: Venus (¿en Libra, opuesto a Marte en Escorpio?) regente diurno y principal de la triplicidad de Agua (lo ideal sería por su exaltación en Piscis). Marte (en Escorpio opuesto a Venus en Tauro) es regente nocturno y segundo regente de la triplicidad (segundo regente, pero el más importante, por la cualidad de su secta). Luna (en Cáncer, opuesta a Marte en Capricornio), tercer regente de la triplicidad.
La triplicidad es una cuestión de sectas o bandos. En cada bando hay un dirigente (el luminar condicional), el planeta benéfico; y un planeta maléfico que niega la cualidad del luminar y siempre será maléfico. Por lo tanto, ni Saturno ni Marte van a ser nunca menos maléficos por estar en su triplicidad o si están en detrimento.
Los planetas que no estén detrimento tendrán más fuerza al encontrarse en un entorno con el que están vinculados. Pero, aunque uno esté mal en un sitio e incordie a todos, sí estará dejando su impronta en ese sitio y los demás notarán su influencia.
En las cartas diurnas solo se toma el primer regente de la lista, y en las cartas nocturnas solo se toma el segundo.
La triplicidad ayudará a describir, pero no mejora el detrimento; al contrario, es posible que lo haga incluso más fuerte.

El astrólogo Rafael Gil Brand explica que el reparto de planetas en las triplicidades tiene su lógica: Las triplicidades “calientes”, es decir Fuego y Aire, están regidas por los planetas diurnos, que son el Sol, Júpiter y Saturno. Pero, propone un cambio en la secuencia tradicional en la triplicidad de Aire, donde el primer regente nocturno es Mercurio, de carácter siempre doble o ambivalente, en triplicidades “frías” o “inferiores” en el orden de las esferas elementales.
Los planetas diurnos son el Sol y los dos planetas superiores, Júpiter y Saturno.
Los planetas nocturnos son la Luna y los dos planetas vecinos a la Tierra: Venus y Marte.
La tradición asigna Mercurio a ambas sectas, según su posición relativa al Sol: si sale antes del Sol es diurno, y si se pone después del Sol es planeta nocturno.
La analogía que existe entre esta división clásica de los planetas y su composición y etiología según los conocimientos astronómicos modernos: Júpiter y Saturno (el “Sol de la noche” según los sumerios) son gigantes gaseosos, de constitución “solar”, mientras que Venus y Marte –junto con la Luna, hermana menor de la Tierra– son planetas pequeños y densos (pesados), es decir, de tipo terrestre (o lunar).
Según dicha analogía, Mercurio debería de ser un planeta nocturno. En la astrología clásica se considera diurno en su posición matutina, y nocturno en la vespertina.
Los cuatro elementos, que describen la naturaleza de los trígonos, son considerados también diurnos y nocturnos.
Los elementos Fuego y Aire son masculinos y diurnos, y los elementos Agua y Tierra son femeninos y nocturnos.
Los regentes de una triplicidad son siempre tres planetas que pertenecen a la secta asociada al elemento o naturaleza del trígono en cuestión.
De estos tres planetas, uno de ellos es considerado regente diurno del trígono o triplicidad, otro es considerado regente nocturno, y un tercer planeta se denomina regente participante, o común a ambos.


Los regentes diurnos de una triplicidad son aquellos planetas que tienen su exaltación en uno de los signos de ese trígono (si se toma a Mercurio como regente diurno de la triplicidad térrea, según Doroteo de Sidón en Carmen Astrologicum).
Los regentes nocturnos son siempre los regentes de un domicilio en ese trígono. La única excepción es la Luna en la triplicidad de Tierra, pero es el único trígono en el que se exaltan tres planetas de la secta correspondiente (incluyendo a Mercurio). En los otros trígonos no se da el caso.


Una de las funciones específicas de los regentes de la triplicidad es determinar la fortuna, calidad de vida y el grado de encumbramiento del nativo.
Para ello, se averiguará cuál es la luminaria correspondiente a la secta vigente -día o noche- y se examinará como están situados los regentes de la triplicidad en que se encuentra tal luminaria, si están en ese momento en un ángulo, o en (casa) sucedente o cadente, en orto u ocaso (solar o helíaco) o en su propio signo, y si son aspectados por benéficos o maléficos. (Vettius Valens, Antología II. 2.)
También se le daba particular importancia a la posición en casas angulares, sucedentes o cadentes.
En la tradición astrológica hay discrepancia sobre la cuestión de si se han de considerar siempre los tres regentes de la triplicidad, dando preeminencia al primero, o si bien solo ha de considerarse al regente que corresponde a la secta vigente, secundado por el participante.
Los textos griegos no carecen de cierta ambigüedad, sin embargo, el esquema parece ser el siguiente:
I. El regente que corresponde a la secta vigente es el principal, e indicará la pauta preponderante en la vida de nativo.
II. Le seguirá en importancia el regente de la secta contraria, o segundo regente, y no el participante (tercer regente).
III. El primer regente se hará notar más en la primera fase de la vida, el segundo en la segunda, y el tercer regente hacia el final de la vida del nativo.

- Los Términos en astrología tradicional.

El regente del término:
Los términos (lat. fines) son un tipo de dignidades planetarias, basadas en una división de cada signo del zodiaco en cinco partes desiguales, atribuidas a cada uno de los cinco planetas clásicos (excluyendo al Sol y a la Luna).
Se trata de la dignidad más difícil de comprender, a causa de la aparente arbitrariedad de su distribución. Sin embargo, en la astrología tradicional los términos se analizaban hasta el punto de constituir una de las dignidades de mayor importancia, tanto en las técnicas de interpretación de natividades, como en las “revoluciones de los años”.
Los términos, y especialmente los términos egipcios, fueron utilizados unánimemente durante prácticamente dos milenios.
Los términos –horia (singular horion) en griego– forman una división peculiar de los signos zodiacales, de suma importancia en la astrología helenística.
Son asignados a los planetas ciertos periodos de años, llamados años mayores, medios y menores.
Los que aquí nos interesan son los años mayores de los cinco planetas (excluyendo al Sol y a la Luna), que son los siguientes:


Planetas
Años mayores
E Mercurio
76 años
R Venus
82 años
T Marte
66 años
Y Júpiter
79 años
U Saturno
57 años

Cada signo es dividido en cinco sectores desiguales, uno para cada uno de los cinco planetas, de tal manera que, el número total de grados que suman los doce términos de un planeta equivale a sus años mayores.
Si se suman los grados que abarcan todos los 12 términos de Mercurio, obtendremos 76 grados, que son sus años mayores.
Se debe tener en cuenta que un grado es una unidad básica del círculo, y que, como tal, es equiparable a una unidad de tiempo, principalmente a un año. Esta analogía grado = año es de suma importancia en el cálculo de las direcciones.
La función prioritaria de los términos radica precisamente en el cálculo de los años de vida, así como de diferentes periodos en la vida del nativo.
Los regentes están repartidos en cada signo siguiendo básicamente estas reglas:
A) El primer término es regido por uno de los regentes principales de la triplicidad, dando preferencia al regente del domicilio o de la exaltación, si se trata de un planeta de la misma secta que el signo (excepción: Acuario, aplica la regla C).
B) En los primeros términos se da preferencia a los planetas benéficos, mientras los maléficos rigen los últimos dos términos, a no ser que tengan fuerte dignidad en este signo (regla a). La única excepción es Cáncer, cuyo primer término es regido por Marte (regente triplicidad).
C) El segundo término es regido o bien por el segundo regente de la triplicidad, o bien por el planeta regente del domicilio o de la triplicidad del signo siguiente, siempre que sea planeta benéfico. Los demás términos son regidos por los planetas asociados a los signos subsiguientes (tercer término = tercer signo, etc.).
D) El regente del término puede considerarse corregente -al lado del regente del domicilio- de cualquier factor vital de la carta.




Teniendo en cuenta esto, vale la pena considerar siempre al regente del término del Ascendente, para analizar más de cerca la índole y disposición del nativo.
Si este planeta es más dominante que el regente del domicilio, y además tiene aspectos al ascendente, puede llegar a ser el factor predominante en el carácter y disposición del nativo.
Otra aplicación del regente del término se relaciona con la dirección del ascendente. El tiempo que dura el paso del ascendente dirigido por un término determinado, es regido por el regente de dicho término. La astrología medieval árabe lo denominaba planeta "divisor" o "partidor", ya que se le adjudicaba una parte o un periodo de vida.
Otra aplicación del regente del término se relaciona con la dirección del ascendente. El tiempo que dura el paso del ascendente dirigido por un término determinado, es regido por el regente de dicho término. La astrología medieval árabe lo denominaba planeta “divisor” o “partidor”, ya que se le adjudicaba una parte o un periodo de vida.
La astrología helenística se encuentran interpretaciones de “un planeta en los términos de otro”, y a veces se equiparan con las posiciones “en el domicilio” del mismo planeta. Por tanto, el término viene a ser una dignidad o un sector con funciones parecidas a los domicilios en la astrología helenística.

- Los decanatos (decanos, faces) en astrología tradicional.

Según el sistema clásico, se divide cada signo en tres sectores de diez grados, llamados decanatos o faces, de modo que obtenemos en total 36 sectores.
Los regentes planetarios de estos decanatos o fazes se reparten siguiendo la secuencia caldea, es decir, la secuencia según la velocidad media de los planetas, empezando por la faz de Marte en el primer decanato de Aries.
Cada secuencia de planetas termina con la Luna, el astro más rápido, para luego dar comienzo a la siguiente faz a partir de Saturno.
El último decanato de Piscis es la faz de Marte, de modo que a ambos lados de 0 grados de Aries se repite Marte como regente.
El origen de las faces parece ser egipcio, porque ya en el III milenio a. C. encontramos referencias a un sistema de decanatos. En su origen se trataba de un sistema sidéreo que servía para marcar grupos de diez días, según qué estrellas hacían su orto helíaco.
El año egipcio comenzaba con el orto helíaco de Sirio, de modo que el primer decanato, en el tercer milenio, transcurría al final de la primavera.
Al cabo de 36 decanatos de diez días, los egipcios contarían 5 días epagómenos (para completar los 365 días del año egipcio).
Era un sistema que en un principio podría haber sido calendárico, aunque al mismo tiempo haría referencia a las estrellas.
La conversión a 36 sectores de la eclíptica debió de realizarse más tarde.



La teoría de Cyril Fagan (siglo XX) postula que la relación de “decanatos” que se encuentra en diagramas celestes en tumbas egipcias del segundo milenio, serían en realidad péntadas asociadas con la mitad “positiva” del año, y convertidas “mágicamente” en decanatos de un año idealizado de 360 días. Las restantes 36 péntadas portadoras de dolor para los muertos se habrían eliminado del diagrama. Es decir, los decanatos habrían sido en su origen un esquema idealizado representativo del mundo divino, y por otro lado reflejarían solo la mitad de una secuencia de 72 péntadas del mundo real. Se sabe que los egipcios hacían uso de una semana de cinco días.



La palabra latina decano, que aparece por primera vez en la obra de Marcus Manilius (c. siglo I), alude a alguien que preside a diez soldados o a diez monjes. Decano es cada una de 36 estrellas que los egipcios antiguos asignaban a una hora nocturna. Tales cuerpos estelares aparecían al sur de la eclíptica.
En el Liber Hermetis (posible redacción anterior a nuestra era), que comienza precisamente con la descripción de los decanos, se sugiere que los siete planetas forman la máscara o faz de los antiguos genios decanos.
Estos decanos, aunque se asociaran más tarde a los siete planetas, se identificaban en principio con 36 deidades o genios que custodian el devenir de los acontecimientos.
La descripción de cada uno comienza con la misma fórmula que el primero de la serie: “el primer decano de Aries tiene la faz de Marte”, para continuar con el nombre del decano, la dominación sobre un órgano del cuerpo, y la descripción de la figura.
Estas figuras tienen su origen en deidades egipcias, siendo la mayoría cuerpos humanos con cabeza animal, algunas de ellas coronadas o portando otras insignias de poder.
Las descripciones del Liber Hermetis terminan con la región del mundo dominada por cada decano.
La palabra griega prosopapros-» que significa «delante de» y «-opos» que significa «faz, cara»; prósōpon, literalmente: «delante de la cara, máscara») es un término de la teología patrística griega traducido comúnmente como “persona”.
Aquí se expresa la idea de que los planetas forman el rostro o máscara con que se presentan -o detrás de los cuales se esconden- los verdaderos decanos.
Que los decanos y sus figuras se refieren más bien a noúmenos que a fenómenos astrales, nos lo confirma por cierto Albumasar, que los describe -en perfecta concordancia con las doctrinas herméticas- como puras potencias astrales no visibles en el cielo y de carácter espiritual.
Muchas de las figuras descritas en el Liber Hermetis y otras fuentes, se relacionan con estrellas y constelaciones del cielo. Por ejemplo: Isis (Sirio) rigiendo el último decanato de Géminis, varias figuras serpentiformes repartidas por Leo y Virgo, que se explican por la constelación de la Hydra, al decano central de Escorpio representando claramente a Ofiuco, y la figura con cabeza de perro y flechas el principio de Sagitario se corresponde muy bien con las antiguas representaciones de este signo.
Otra prueba de que los decanos en su origen estaban relacionados con genios o potencias divinas es el hecho de que en la tradición posterior sobreviven sobre todo en el ámbito de la magia astral. Así, las figuras decánicas se utilizaban para confeccionar amuletos.
Ptolomeo no alude a los decanos o faces, quedándose solo con las cuatro dignidades restantes. Tampoco encontramos descripción alguna en obras de Vettius Valens y Doroteo de Sidón, aunque sí en Manilius. Valens solo las menciona. Los autores de los últimos siglos de la era romana han referencia más profusa a las faces.
La descripción más detallada de los decanatos para la interpretación del tema natal la proporciona Hefesto de Tebas (siglo IV d.C.), incluyéndola en los capítulos sobre los signos zodiacales.
El mismo esquema lo encontramos más tarde en Abraham ben Ezra (siglo XII), que reproduce en parte las indicaciones de Hefesto de Tebas, quien habla de decanos, no de faces -no menciona los regentes planetarios, sino que únicamente cita los nombres mágicos de los decanos (similares a los del Liber Hermetis), pero sin describir las correspondientes figuras.
Hefesto de Tebas como Abraham ben Ezra describen los efectos de los decanos cuando se hallan “marcando la hora”, es decir, en el Ascendente, aunque este término también se usaba para el signo de la Parte de la Fortuna.
Esta parece ser la función prioritaria de las faces, el influir en el carácter y sobre todo en el destino del individuo, a través del Ascendente o de la Parte de la Fortuna.
Hefesto de Tebas también detalla ciertas características de la fisionomía del nativo y marcas características en su cuerpo, otra constante en la tradición de esta peculiar dignidad planetaria.
El uso de la palabra faz puede relacionarse también con el rostro y otros caracteres distintivos del nativo. Si tenemos en cuenta que es en el rostro de un individuo donde mejor se refleja su peculiaridad, y por ello es una de las claves para entender las faces o decanatos.
Varios autores de tradición helenística consideraban las faces como lugares en que se refuerza su regente. Paulus Alexandrinus decía sobre los decanos: “En lo que respecta a las faces de los siete astros de la formación decánica por signo, en las cuales se regocijan tal como lo hacen en sus propios domicilios...”.
Esto sugiere que las faces son una dignidad fuerte para los planetas. Sin embargo, los astrólogos de la antigüedad no diferenciaban entre dignidades más fuertes y más débiles.
Existen pocas interpretaciones de los planetas en los decanatos, pero no se trata de interpretaciones específicas para éstos, sino más bien de combinaciones según la fórmula: “si tal planeta se encuentra en el signo, término o faz de tal otro, tendrá tales efectos”. De nuevo, las faces se usan de modo similar a los signos o términos.
Una interpretación específica de los planetas en los decanatos proviene de Teucro de Babilonia. El texto comienza explicando qué determinaciones recibe cada planeta, para luego interpretar las posiciones en los decanos. De nuevo, más que descripciones de carácter se trata sobre todo del destino que acaecerá respecto a las mencionadas determinaciones planetarias.
El uso astrológico de las faces es similar al de los signos y los términos, pero con un matiz especial de destino o fatalidad.
Asume un papel especial la faz del ascendente y de la Parte de Fortuna como indicador del destino, y particularmente del ascendente como indicador de la fisionomía y de ciertas dolencias del nativo.
El regente de la faz no parece tener una función técnica especial, como la tienen los regentes de las demás dignidades.


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Si bien es verdad que en la actualidad el enfoque psicológico en astrología ha imperado y es importante, también lo es y ha sido el analizar y ver la ubicación de los planetas en la carta natal, cuestión que en astrología tradicional ha sido básico analizarlo. 
Todos estos conceptos sobre dignidades y debilidades planetarias, provenientes de la astrología tradicional se han seguido utilizando de alguna forma en varias escuelas de la astrología moderna y son el origen de las astrodinas, concepto y técnica que ayuda a evaluar y a analizar las cartas astrológicas. 
La astrología moderna no debe analizar las cartas astrológicas solo a nivel de psico-astrología, ya que no se puede soslayar que implementar el análisis del estado cósmico y mundano de los planetas, es decir, dignidad, debilidad o "fuerza" por ubicación en casas, signos y aspectos, entre otros factores, bien sea observando la teoría tradicional astrológica o  aplicando su transformación o simplificación en su nuevo concepto: las astrodinas (también llamadas cosmodinas). Ello constituye una herramienta útil que proporciona mucha información en la interpretación de mapas astrológicos.


Bibliografía:
COPPOCK, Austin. (2014): 36 Faces: The History, Astrology and Magic of the Decans, USA, Xoanon Publishing Ltd.
FAGAN, Cyril. (1971): Astrological Origins, Zodiacs Old and New, St. Paul, Minn., Llewellyn Publications
GIL BRAND, Rafael. (2009): “La función de las dignidades en la astrología helenística”, en actas virtuales del XXVI Congreso Ibérico de Astrología, 19-21 Junio, Madrid.
GRAMAGLIA, Eduardo. (2007): Astrología Hermética. Recobrando el sistema helenístico, Buenos Aires, Kier.
KOCH, Ulla Susanne. (1995): Mesopotamian Astrology: An Introduction to Babylonian and Assyrian Celestial Divination, Copenhagen, Museum Tusculanum Press.
SANCHÍS LLÁCER, Josefa. (2014): “La triplicidad. Crítica al uso general que se hace de la regencia de la triplicidad”, BEDA Biblioteca Europea de Astrología, en http://www.bedaweb.com/verarticulo.php?nid=247, [consultado 14/05/2015].

Fuentes clásicas:
ANTHOLOGY, Books I & II: Vettius Valens of Antioch, edited and translated by Andrea L. Gehrz, Portland OR, 2011.
CARMEN ASTROLOGICUM: Dorothesus of Sidon, translation from 1976 by David Pingree, USA, Astrology Center of America, 2005.
CORPUS HERMETICUM: Hermes Trismegistus, translated by Brian Copenhaver, 2008.
EISAGOGIKA / ELEMENTA APOTELESMATICA: Paulus Alexandrinus, Ed. by Emilie Boer and Otto Neugebauer, Teubner, Bibliotheca scriptorum Graecorum et Romanorum Teubneriana, 2012.
EL LIBRO CONPLIDO EN LOS IUDIZIOS DE LAS ESTRELLAS: Alí ben Ragel (libros 1-6), traducción de la Escuela de Traductores de Sirventa, Barcelona, Índigo, 1997.
LIBER HERMETIS TRISMEGISTI: Hermes Trismegistus, translated by Robert Zoller, Salisbury, Qld., Spica Publications, 1998.
SUMMA ASTROLOGICA y arte para enseñar hazer pronosticos de los tiempos: Antonio de Nájera, Editorial Gracentro, Valencia, 1996.
TETRABIBLOS: Claudio Ptolomeo, traducción de Demetrio Santos, Madrid, Editorial Barath, 1980.
Diagramas e imágenes compuestas: Lady Amalthea ©  2018.

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