HISTORIA DE LA ASTROLOGÍA - ROMA IMPERIAL

Hacia el final del siglo III a. C., los romanos comenzaron a interesarse seriamente por la literatura y la tragedia griegas. Inevitablemente, la preocupación griega por la astrología comenzó a intrigar a los escritores y filósofos romanos, y muchos emperadores la usaron como un medio de reafirmar su grandeza y de adelantarse a los posibles complots.
  • Julio César ignoró el consejo de prevención ante un gran peligro hasta que pasaran los «idus de marzo».
  • El senador romano Cicerón estaba convencido de la validez de la astrología, y afirmaba que la «fuerza celestial» influía en el destino humano; igual que en la temperatura de la Tierra.
  • El emperador Augusto se declaraba Capricornio, aunque en realidad era Libra.
  • El emperador Nerón presidió un reino del terror, pero el astrólogo Balbillo prosperó en él y fue nombrado prefecto de Egipto.
Mosaico Romano Ca.250 dC. Ovid. Met.II, 78
Mosaico Romano Ca.250 dC. Ovid. Met.II, 78
mosaico-de-las-estaciones-y-los-signos-del-zodiaco-_739291
Mosaico de las estaciones y los signos del Zodíaco, Museo Nacional del Bardo, Túnez
Emperadores y astrólogos de las conspiraciones.
En el siglo I d. C., el estadista Cicerón (106-64 a. C.) recogía en su De divinatione (publicada justo después del asesinato de Julio César) la creencia griega de que: «no es solo probable, sino seguro, que así corno la temperatura del aire está regu­lada por la fuerza celestial, también los niños cuando nacen se ven afectados en su mente y en su cuerpo, y esta fuerza determina su mentalidad, su actitud, su carácter, su condición física, su carrera en la vida y su destino». Existía, sin embargo, cierto recelo respecto a los astrólogos —justificado en algunos casos—. Un astrólogo llamado Euno dirigió una importante revuelta de esclavos en Sicilia hacia el 133 a. C., y menos de treinta años después, el as­trólogo Atenio lideró otra, insistiendo en que los planetas le habían revelado que él era el auténtico rey de Sicilia. En caso de que así fuera, no vivió para subir al trono. No es extraño que los empera­dores romanos recelaran de este asunto: lo que un hombre veía en «las estrellas» podía animarlos a emprender acciones extraordinarias y peligrosas.
FÍGULO EL ALFARERO.
Poco a poco, los hombres con cargos pú­blicos comenzaron a expresar su fe y en­tusiasmo en la materia. Nigidio Fígulo, senador romano y pretor (magistrado), fue el primer astrólogo romano cuyo nombre conocemos. Lo llamaron Figulus (alfarero) porque aseguró que la Tierra giraba tan rápido como el torno de un alfarero—. Se consideraba que «no era igualado ni siquiera por [los astrólogos de la] Menfis egipcia [antigua capital de Egipto] en la observación del cielo y los cálculos que seguían el ritmo de las estrellas», y se dice que predijo la grandeza del emperador romano Octavio el día de su nacimiento. Más tarde, el erudi­to Varrón (116-27 a. C.), uno de los pensadores romanos más sabios, encargó un horóscopo de la propia Roma y de su fundador, Rómulo. Es el primer ejemplo del uso de la astrología para conocer el pasado examinando un horóscopo del mo­mento de la fundación de una ciudad. También es el primer horóscopo de una figura his­tórica. El historiador Plutarco (h. 46-120 d. C.) se acercó al re­sultado con gran interés y lo refirió con entusiasmo.
CAMBIO DE PERSPECTIVA.
Los escépticos empezaron a ser supera­dos por los creyentes, y aunque algunos de los primeros tuvieron mucha in­fluencia, la astrología siempre salía ga­nando. Julio César (100-44 a. C.), por ejemplo, desdeñó el aviso astrológico de un tal Espurina, según el cual (como relata Plutarco) debía «guardarse de un peligro que lo amenazaría antes de los idus de marzo». Pero pagó el precio cuando fue asesinado en el momento predicho.
El siguiente emperador, Augusto (63 a. C.-4 d. C.), se acercó a la astrología cuando estaba en el exilio y parecía que nunca volvería a Roma. Lo convencie­ron para que consultara a un astró­logo, Teógenes, sobre su futuro. El historiador Suetonio descri­be  cómo Teógenes,  cuando dibujó la carta astral de Au-gusto, «se levantó y se pos­tró a sus pies; y esto le pro­porcionó a Augusto una fe tan   incondicional   en   su destino, que se atrevió a publicar su ho­róscopo y acuñó una moneda de plata estampada con el símbolo de Capricor­nio, el signo bajo el que había naci­do». En realidad, Augusto era libra; hizo correr el rumor de que era Capricornio porque ese signo señalaba más marcada­mente a un gobernante fuerte y dominante.
TIBERIO Y TRASILO.
El sucesor de Augusto fue Tiberio (42 a. C.-37 d. C.), un hombre obsesionado por la astrología. Su astrólogo personal, Trasilo, fue uno de los más influyentes de la his­toria. Trasilo era alejandrino, un editor de Platón y Demócrito que se encontraba en la isla de Rodas justo en la época en la que Tiberio la en­contró muy conveniente para alejarse de Roma, tras haber tenido una pelea con su suegro, el emperador. Rodas era una isla relativamente yerma y poco civilizada, y ambos hombres co­menzaron a pasar mucho tiempo jun­tos; supuestamente el astrólogo enseña­ba a Tiberio cómo elaborar e interpretar las cartas astrales. También predijo que su pupilo volvería pronto a Roma y ten­dría un brillante futuro. Cuando Au­gusto mandó llamar a Tiberio en el año 4 d. C. y lo proclamó oficialmente su heredero, Trasilo viajó con su patrón y recibió el valioso regalo de la ciudada­nía romana.
Durante los nueve años de reinado de Tiberio, Trasilo estuvo constante­mente a su lado, aconsejándolo en te­mas personales y asuntos de Estado. La vida bajo el gobierno de Tiberio nunca fue cómoda y, si bien Trasilo estaba más o menos a salvo, otros astrólogos debían tener mucho cuidado con lo que hacían. Dos de ellos, Pituanio y P. Marcio, fue­ron tan insensatos como para unirse a Escribonio Libo, un pretor algo estúpi­do que trató de organizar un golpe de estado contra el emperador — sus cabe­zas acabaron colgadas de una pica—. Hubo otras conspiraciones y contra-conspiraciones, y Trasilo aconsejó al emperador que dejara Roma el 26 d. C., mientras él se quedaba en la ciudad, y apoyó al pretor Sejano en su plan de su­ceder a Tiberio. No hay duda de que con la ayuda de sus cartas astrológicas navegó por las aguas turbulentas de los cinco años sucesivos, y se las arregló para conservar su vida mientras cientos de personas fueron torturadas y ejecu­tadas. Se dice que predijo su propia muerte, incluso la hora.
El Mosaico de los Dioses de la Semana (Itálica)
El Mosaico de los Dioses de la Semana (Itálica, España)
HIJO DEL ASTRÓLOGO.
Trasilo murió poco antes que Tiberio, y el nuevo emperador, Cayo —conocido como Calígula— conocía muy bien a la familia del astrólogo. De hecho, Trasilo se preocupó mucho cuando escuchó que su bisnieta Ennia tenía una aventura con Calígula. Tenía razones para estar preocupado: aunque Calígula ha­bía prometido que se casaría con Ennia cuando ascendiera al trono, no lo hizo, y cuando ella se casó con otro hombre, mandó ejecutar a su marido. Ennia, desesperada, se suicidó.
El hijo de Trasilo, Tiberio Claudio Balbillo, emergió en la sociedad roma­na tras la muerte de Calígula. El nuevo emperador, Claudio, era un amigo de su infancia, y Balbillo adquirió mucha confianza en la corte. Acompañó a Ca­lígula a Inglaterra, como astrólogo e ingeniero jefe. A su regreso, el emperador ofreció a Balbillo una corona hono­rífica de oro. Más tarde fue nombrado gran sacerdote del templo de Kermes en Alejandría y director de la universi­dad, con su impresionante biblioteca. Balbillo dividía su tiempo entre Alejan­dría y Roma.
Pero Balbillo no fue capaz de alejar­se de la política, y cuando Claudio mu­rió, hizo sus cartas astrales y le comunicó a Agripina la Joven el momento preciso en que su hijo Británico debía irse de casa si quería ser el futuro em­perador de Roma. Ella retuvo al chico hasta el momento acordado, y cuando salió fue proclamado emperador con el nombre de Nerón (37-68 d. C.). Años antes, Balbillo le había dicho a Agripi­na que esto ocurriría —su hijo se con­vertiría en emperador, como ella había deseado—, pero también que mataría a su madre. Ambas predicciones se cumplieron.
Por su papel en la gloria de Nerón, Balbillo fue recompensado con su nom­bramiento como prefecto de Egipto. Dicen que otro astrólogo que realizó la carta astral de Nerón en el momento de su nacimiento se desmayó con horror después de observarla.
MUERTE ANUNCIADA.
Los emperadores romanos posteriores no se preocuparon tanto de la astrología, aunque Vespasiano (9-79 d. C) no sólo consultó a Balbillo, sino que celebró unos juegos en su honor en Efeso (los grandes Juegos Balbillianos se celebraron hasta bien entrado el siglo III). Adriano y Sépti­mo Severo fueron grandes adeptos; el úl­timo cubrió los techos de su palacio con pinturas astrológicas —incluida una de su propio horóscopo—. La creencia en la astrología se vio re­forzada por la aparente facilidad con la que los astrólogos podían predecir los acontecimientos de las vidas de los em­peradores. Lo que la gente no sabía es que muchos emperadores se esforzaron mucho para cumplir las predicciones, con el fin de demostrar que estaban fa­vorecidos por los dioses. Durante los sucesivos reinados, la vida de los astrólogos alternaba entre la placi­dez y la euforia. Eran más comunes las épocas emocionantes, ya que la mayoría de los emperadores temían constante­mente la existencia de complots contra ellos. Cualquiera que tuviera una copia de la carta astral de un emperador era sospechoso de haber contactado con uno o más conspiradores. Seguía creyéndose mucho en la as­trología. El hijo de Vespasiano, Domiciano (51-96 d. C.), por ejemplo, se puso muy nervioso cuando varios astrólogos predijeron su muerte. A medida que se acercaba el momento predicho, se po­nía más tenso. Domiciano mandó lla­mar a un astrólogo, Ascletario, y le pre­guntó si podía predecir su propia muerte. El astrólogo respondió que sí: sería despedazado por los perros. Do­miciano lo mandó ejecutar inmediata­mente para validar la predicción. Mien­tras el cadáver del astrólogo yacía esperando para ser quemado, una tor­menta repentina apagó el fuego y una jauría de perros salvajes despedazó el cuerpo. Al día siguiente, a medida que el mo­mento previsto para su muerte se acer­caba, Domiciano se iba poniendo más nervioso. Finalmente, para apaciguar­lo, sus servidores le aseguraron que la hora fatal había pasado. Una vez cal­mado, decidió tomar un baño. Mientras lo hacía, un asesino lo apuñaló hasta matarlo.
EL HORÓSCOPO DE TIBERIO.
Cuando se exilió a Rodas, se dice que Tiberio consultó a muchos astrólogos sobre su futu­ro, a los que mataba una vez que habían in­terpretado su horóscopo. Cuando el astrólo­go Trasilo examinó su carta astral y le dijo que tendría una vida brillante y llena de éxitos, el futuro emperador lo acercó al borde de un peligroso precipicio y, mientras se preparaba para empujarlo, le preguntó: «¿Y qué ves sobre ti?». Trasilo respondió: «Yo estoy en un terrible peligro». Tiberio, impresionado, perdonó la vida del astró­logo, y cuando se retiró del tro­no siguió con­fiando en él como consejero, y desde entonces pocas ve­ces hizo un sólo mo­vimiento sin él.

Bibliografía:

  • PARKER, Julia & Dereck (2007) GUÍA COMPLETA DE ASTROLOGÍA, Barcelona, Grijalbo.


Comentarios