HISTORIA DE LA ASTROLOGÍA - ANTIGUO EGIPTO Y GRECIA CLÁSICA.

Muchas veces se ha considerado el antiguo Egipto la cuna de la astrología. Aunque su cultura miraba obsesivamente al cielo y abrió el camino al estudio de los planetas, fueron los textos de Ptolomeo y Valente de Antioquía los que sentaron las bases de la astrología y los que continúan siendo fuentes de inspiración para los astrólogos actuales.
DENDERA
Egipcios observadores de estrellas, griegos profesores.

Cuando el historiador griego Herodoto visitó Egipto hacia el 450 a. C., observó que los astrólogos egipcios «pueden decir qué fortuna, qué final y qué temperamento tendrá un hombre según el día de su nacimiento (...) cuando se cumple algún presagio, escriben su resultado, y si vuelve a ocurrir algo parecido piensan que tendrá el mismo resultado». Según esta descripción, parece claro que los egipcios se dedicaban a examinar racional y cuidadosamente las relaciones entre los planetas y los aconteci­mientos terrestres. Pero la idea de que el antiguo Egipto fue una importante fuente de conocimiento y que realizó una gran contribución al desarrollo de la astrología es engañosa. Igualmente sospechosa resulta la afirmación de que el primer horóscopo se emitió en Egipto en el año 2767 a. C., aunque los astrónomos egipcios estaban familiarizados con la posición de las estrellas desde una época muy temprana.
Cuando se excavó la tumba de Ramsés II (1292-1225 a. C.), por ejemplo, se encontraron dos discos de oro divididos en 360°, con diferentes símbolos que mostraban la salida y la puesta de las estrellas. Esto parece indicar que el fa­raón estaba interesado en los grados as­cendentes —el grado de la eclíptica ele­vándose sobre el horizonte oriental en un momento determinado—, una cuestión muy importante de la astrología. La tumba de Ramsés V (1150-1145 a. C.) contenía pruebas semejantes de un es­tudio sobre los planetas: se encontraron papiros con pautas astrológicas para cada hora de cada mes de cada año.
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La única contribución importante de los egipcios a la primitiva historia de la astrología fue la invención de los decana­tos. Estos dividían el círculo de la eclípti­ca en 36 secciones, con tres decanatos o divisiones de 10° cada una. El primer testimonio que tenemos se encuentra en la tapa de un ataúd del Rei­no Medio, donde aparece el cielo con los nombres de los decanatos en colum­nas. Puesto que en aquella época no existía el Zodia­co, los decanatos estaban orientados a las constela­ciones. Pero más tarde se asociaron al Zodiaco y ad­quirieron un importante significado astrológico. Es el caso, sobre todo, de la astrología médica, en la que cada decanato se refiere a un alimento particular (los problemas de estómago se asocian con el primer decanato de Vir­go, por ejemplo).
TEXTOS HERMÉTICOS.
La colección de conocimiento astrológi­co egipcio más famosa fue compilada en Los cuatro libros astrológicos de Hermes. Se considera que fueron compuestos por el dios egipcio Tot, más tarde conocido por los griegos como Hermes Trimegisto y por los romanos como Mercurio. Los textos eran sagrados y sólo los sacerdotes
egipcios más importantes podían tocar­los. Se dice que la colección completa fue grabada en la tumba de Alejandro Magno — que lamentablemente aún no ha sido descubierta — . Se pensaba que Hermes había confeccionado un sistema astrológico propio, y que entre los textos herméticos había un libro de astrología médica, otro sobre los decanatos, otro sobre plantas zodiacales y otro sobre los grados astrológicos.
EL HOMBRE ASTROLÓGICO.
Es difícil determinar qué parte de los li­bros herméticos ha sobrevivido, si es que hay alguna. En el siglo V, el Líber Hermetis, un texto latino traducido del griego, parecía reproducir parte del texto. Sin embargo, es más famoso por contener la primera mención conocida del «hombre astrológico», en el que los signos astro­lógicos están colocados jun­to a la figura de un cuer­po, con Aries en la cabeza y Piscis en los pies.
La mayoría de los grie­gos cultos de la época clá­sica estaban familiariza­dos con la noción de que lo que sucedía en el cielo se reflejaba en los aconte­cimientos de la Tierra. Si se observaba atentamente el cielo, era posible pre­decir hechos futuros. Por ello — razonaban — , los sucesos terrenales podrán predecirse si se relacionan con los celes­tes. Ningún religioso ni filósofo científi­co se opuso a esta teoría, que se conside­raba fruto del sentido común.
En esta época comenzaron a divul­garse ampliamente los libros de astrolo­gía. Los astrólogos caldeos de Babilonia afluyeron a Grecia a través de Dafne y los puertos de Egipto, y empezaron a surgir candentes debates sobre la cues­tión. Entre los intelectuales y filósofos griegos, Catón y Enio eran hostiles, pero Sula, Posidonio y Varrón eran muy «cre­yentes», al igual que Vitrubio, Propercio y Ovidio. A partir del siglo I d. C., casi todo el mundo, ya fuera cristiano, pa­gano o judío, creía en la astrología y la practicaba en algún grado.
Los griegos adoptaron el Zodiaco en el siglo VI a. C., y se cree que fue Demócrito (460-357 a. C.) quien puso los nombres griegos a los signos, como Afrodita (Venus), Kermes (Mercurio), Ares (Marte), etc. Anteriormente se conocían por sus nombres caldeos o simplemente por sus descripciones: la estrella ardiente (Marte), la estrella titilante (Mercurio)...
Un caldeo llamado Seroso, sacerdote del dios Sol Marduk en Babilonia, esta­bleció la primera escuela de astrología conocida hacia el 260 a. C., en la isla de Cos, donde había una famosa escuela de medicina. Enseñó las técnicas astrológi­cas por todo el mundo griego, a través de libros ya perdidos. Disfrutó de fama en vida, y se dice que los atenienses le eri­gieron una estatua que tenía una lengua de oro para simbolizar sus habilidades como orador. Dejó su escuela a Antípatro y Aquinápolo, que enseñaban medi­cina y hacían experimentos con cartas astrales sobre el momento de la concepción, en lugar del momento del naci­miento. Su teoría era que el signo lunar que regía en el momento de la concep­ción sería el ascendente en el nacimien­to. Se pensaba que la teoría había surgi­do en la literatura hermética. También trabajaron en la predicción astrológica del tiempo y en la astrología médica.
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EL TETRABIBLOS DE PTOLOMEO.
Si miramos ahora hacia Roma, fue en Alejandría donde un hombre juntó to­dos los hilos de la teoría astrológica y se esforzó por explicarlos en un solo libro. Claudius Ptolemzeus (ca. 100- 178 d. C.), conocido simplemente como Ptolomeo, llegó allí para enseñar en la academia que había sido fundada 400 años antes. Ptolomeo es conocido como matemáti­co, astrónomo y geógrafo, y su Almagesto fue el libro de texto oficial de astrono­mía durante muchos siglos después de su muerte.
Su Tetrabiblos es el primer libro de tex­to sobre astrología que ha llegado com­pleto hasta nosotros. Dividido en cuatro libros, comienza con el argumento ra­cional según el cual, ya que es evidente que el Sol y la Luna tienen una influen­cia en la vida terrestre —en las estacio­nes, en el movimiento de las mareas, etcétera—, valdría la pena considerar la influencia que podrían tener los de­más cuerpos celestes.
«Igual que es viable realizar predicciones sobre la naturaleza de las estaciones, no parece que haya ningún impedimen­to para formular los mismos pronósticos acerca del destino y el carácter de los seres humanos, pues incluso en el mo­mento de la formación primaria de cada individuo se percibe la naturaleza gene­ral de su temperamento; podrá indicarse la forma corporal y la capacidad intelec­tual con la que la persona estará dotada, así como anunciarse los acontecimien­tos favorables y desfavorables...»
El libro de Ptolomeo cubre un enor­me y amplísimo espectro, como mues­tran los títulos de los distintos capítulos: «Sobre los planetas masculinos y feme­ninos», «Sobre lugares y grados», «So­bre el poder de los aspectos del Sol», «Sobre el momento de los aconteci­mientos predichos», «Sobre la investi­gación del clima», «Sobre los padres», «Sobre la duración de la existencia», «So­bre el matrimonio», «Sobre los via­jes al extranjero».
Después de dos mil años, el Tetrabiblos sigue siendo un li­bro sorprendente de más de cuatrocientas páginas de tex­to en su traducción más mo­derna. Sigue siendo valioso hoy en día, y nadie que ten­ga un interés serio en la as­trología debería dejar de leerlo.
Sistema Ptolemaico o Aristotélico 1
El sistema ptolemaico postulaba una visión del universo en la que la Tierra se encontraba en el centro. Fue formulada por Ptolomeo en el s. II y se aceptó durante al menos mil años.

EL PAPEL DE LA ASTROLOGÍA.
No es fácil determinar con qué frecuencia se usaba la astrología en la vida cotidiana de la Grecia clásica, pero muchos escrito­res griegos advertían a sus lectores que no confiaran demasiado en las predicciones de los viajeros caldeos —lo que sugiere que, como siempre, había mucha gente crédula dispuesta a dejarse engañar por falsos astrólogos—. Para el 188 d. C., Vetio Valente de Antioquía, el primer astró­logo profesional conocido, había com­pilado una excelente biblioteca de horóscopos y había expuesto un centenar de ellos en sus Antologías, para interpretarlos y aconsejar a sus clientes.
Si en Grecia la astrología fue un asunto bastante discreto, en la Roma imperial dio un giro de 180 grados y pronto se convirtió en una cuestión fundamental del gobierno del Estado.

Bibliografía:
  • PARKER, Julia & Dereck (2007) GUÍA COMPLETA DE ASTROLOGÍA, Barcelona, Grijalbo.

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